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Hay azúcares añadidos (poco recomentables) y azúcares presentes en alimentos de forma natural, como la lactosa de la leche o la fructosa de la fruta. Por eso me chirría un anuncio en el que un niño dice ¡Aaaajjjjjj!! cuando cita la lactosa de la leche, como si fuera una sustancia tóxica. ¡Por favor, la lactosa NO es tóxica! El problema es la intolerancia a la lactosa,  que afecta a las personas que no producen suficiente lactasa, la enzima necesaria para digerir la lactosa.

Los bebés suelen producir mucha lactasa, para poder absorber la leche materna. En la edad adulta, no todo el mundo conserva esa capacidad. Dependiendo de a quién consultes, la intolerancia a la lactosa afecta a entre el 30 y el 50 por ciento de españoles, más a los del Mediterráneo que a los del Cantábrico, y mucho más a las personas de ascendencia asiática, africana o amerindia que a los escandinavos.

La explicación es genética.  Las poblaciones que, desde el Neolítico, siguieron consumiendo mucha leche a partir del destete materno continúan produciendo suficiente lactasa. Las que dejaron de tomar leche a partir del destete -como las del Japón o China- no mantienen esa capacidad. Lo que se dice menos es que, lejos de ser un problema, la capacidad para digerir la lactosa supuso una ventaja selectiva, porque la leche es fuente de proteína, energía, calcio, fosfato, vitaminas del grupo B o yodo…

Dolor e hinchazón abdominal, diarreas, gases, náuseas e incluso estreñimiento al poco de consumir leche o lácteos son síntomas de intolerancia a la lactosa. Todo ocurre porque el azúcar de la leche llega hasta el colon sin digerir, y allí acaba siendo fermentado por bacterias intestinales. La consecuencia de esa fermentación es un aumento de producción de ácidos, agua y gases -como el metano y el hidrógeno-,  causantes de los síntomas. (Como curiosidad, los gases producidos por la fermentación de la lactosa ¡no tienen olor!)

Otro error frecuente es confundir la alergia a proteínas de la leche (una reacción del sistema inmunitario, lo mismo que la alergia al polen) con intolerancia a la lactosa. Erupciones cutáneas, vómitos, diarrea, asma, falta de aliento e incluso anafilaxis con riesgo de muerte son  signos de alergia. ¡Por eso es tan importante conseguir un diagnóstico correcto!

Una prueba de hidrógeno espirado permite saber si tienes  intolerancia a la lactosa. Soplas dentro de un tubo para dar una muestra de tu aliento, y vuelves a soplar tras tomar una bebida o un alimento con lactosa. Si eres intolerante, la concentración de hidrógeno y metano será superior a la media.

Los múltiples beneficios del kéfir o “yogurt de pajaritos”

Muchos afectados toleran bien un vaso de leche al día, sobre todo tomado a lo largo del día. Los lácteos fermentados –como el yogur, el kéfir o los quesos curados—se suelen tolerar mejor. La leche sin lactosa o los suplementos con la enzima lactasa son también de ayuda. Además de la leche, hay que evitar o restringir la nata, los helados o los quesos para untar.

Fuente: Mujer Hoy (http://blogs.mujerhoy.com)

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