Una receta de lo más refrescante para el verano, aunque haya que encender el horno, claro. Me ha sorprendido su intenso sabor a limón y lo “crujiente” que le aportan las semillas de amapola que, en mi caso, estaban perdidas en lo más profundo del armario de la cocina…ni siquiera me acuerdo para qué las compré!
Y esta es la mía:
Ingredientes
- 125 gramos de kéfir
- 60 mililitros de leche
- 2 cucharadas de semilla de amapola
- 80 mililitros de aceite de girasol
- 225 gramos de azúcar
- 2 cucharadas de polvo de limón
- Zumo de un limón
- 2 huevos
- 200 gramos de harina
- Medio sobre de levadura química
Preparación
- En un cazo se calienta la leche y se añaden las semillas de amapola. Cuando llegue a hervir se retira del fuego y se deja templar.
- En un bol se mezcla el kéfir, el aceite de girasol, el azúcar, el polvo y el zumo de limón, los huevos y la leche. Se bate todo hasta conseguir una mezcla homogénea.
- Por último, se añade poco a poco la harina con la levadura, ayudados con una espátula para que se integre bien con la mezcla, sin dejar grumos.
- Hornear durante 40 minutos a 180ºC.
Observaciones para principiantes cómo yo:
He “tuneado” un poco la receta original aprovechando ingredientes que tenía en casa. Por ejemplo, he sustituido el yogur natural por kéfir, algo que ya hice con otros bizcochos y que me gustó el resultado. Si tenéis oportunidad de probar hacedlo. También aproveché que tenía polvo de limón, cuya elaboración os expliqué aquí, y lo añadí en vez de la típica ralladura de limón. En ambas casos aporta un sabor muy intenso y rico.
Ya sabéis que el tiempo de horneado es optativo, y varía según el horno que tengáis. Yo siempre que hago una receta nueva pruebo primero con menos minutos y luego si es necesario lo dejo un poco más. Ya sabéis la prueba del palillo: si sale limpio al pinchar… ¡está listo para comer!